domingo , julio 20 2025

OYENDO EL TRAQUETEO DE LAS CARRETAS DE DON JUAN SILVA 

 (A los 106 años de su nacimiento)
                                                                     Hasta poco antes de la mitad del siglo pasado, según el historiador barinés Virgilio Tosta: “…la mayor parte de los sistemas de transporte en Venezuela y sobre todo los que se usaban en esta región de los llanos occidentales, estuvo constituido por unas carretas construidas artesanalmente, las cuales eran arriadas por bueyes (es decir toros mansos, escogidos en los rebaños y amaestrados para tal fin), caballos criollos, mulas, muletos y hasta asnos.
Estas carretas -tripuladas por hombres que dejaron una huella marcada en la historia de nuestro país- surcaban los caminos de la gran llanura y el pie de monte andino llevando y trayendo grandes cargamentos de mercancías desde puertos fluviales, entre los que figuran; Puerto Páez, Puerto de Cabruta, Puerto Infante, Puerto Las Animas, Puerto de San Lorenzo y Puerto de Nutrias -por mencionar algunos de los más importantes- hasta los principales centros de acopio o almacenes, ubicados en Barinas, Guanare, Acarigua, Valencia, Barquisimeto, Morón, Puerto Cabello y Maracay, entre muchos otros. Muy famosas y reconocidas por su capacidad y eficiencia en el servicio, fueron las carretas de don Luis Mazeei, quien poseía grandes depósitos, establecimientos y una tropilla de carretas que operaban y/o salían hacia distintos puntos, desde Libertad y Sabaneta de Barinas.
Pero, yéndonos hacia los profundos llanos de barineses, precisamente al municipio Pedro Manuel Rojas, nos encontramos con don Juan Silva, un personaje austero y amable que pudiéramos caracterizar de trascendental, no solo por haber superado dignamente los 106 años de edad -y seguir mostrando lucidez- sino por otros aspectos que le distinguen, entre estos el hecho de haber estado por muchos años ligado al negocio del transporte carretero, sobre todo en tiempos extremadamente difíciles, tomando en cuenta que éste tenía centro operaciones en su propia casa, ubicada en el caserío Los Aromos, uno de los lugares más apartados e inhóspitos de la época, en esta franja de la gran sabana suroriental barinesa.
Desde allí (Los Aromos) donde fundó hogar con doña Guillermina Guedes, salía semanal o quincenalmente con su carreta de bueyes, cargada de maíz, arroz, mantellina, frijoles, chimó, manteca, queso, carne seca, chivos y marranos gordos para su clientela en; Dolores, Libertad, Santa Rosa, Majagual, Sabaneta y Arauquita, e incluso algunas veces para Guanare -por el camino de San Nicolás- donde lo esperaban -el gordo- Pedro García y doña Aurora Tovar de Mago.
Cuando regresaba de sus largas jornadas de carretero, recorría sectores aledaños ofreciendo productos traídos de los lejanos poblados, por ello le recuerdan en Las Bonitas, Las Cañadas, Mata de Toro, El Espiriteño, Majada, El Palito, Los Buriles, Chorrosco, Morrones y El Palmar de Morrones, entre muchos otros conglomerados, hasta donde don Juan llegaba con su paciencia de buen cachiflero, vendiendo y cambiando productos terminados por marranos gordos, mautes y hasta aves de corral para su pequeña fundación.
La edad de este personaje en los últimos años, se ha convertido realmente en un misterio, debido a que según él y quienes le conocen de cerca tienen como referencia una fecha y su documento de identidad otra, en tanto hemos celebrado varias veces su centenario, lo cual, según nuestras pesquisas, realmente contabiliza 106 años, pues, habría nacido el 24 de junio de 1919, producto de la unión entre Secundina Silva y Hernán Hurtado. Es bueno resaltar, que Don Juan aún conserva una tradición añosa heredada de sus ancestros, que consiste en la elaboración de un Ponche Criollo (bebida tradicional aborigen a base huevos, harina de maíz tostado, leche y aguardiente), la cual se comparte con vecinos e invitados. Esta actividad casi siempre culmina con un baile, amenizado con arpa, cuatro y maracas o en su defecto música de bandola.
Sus hijos Rosa, José, Jesús, Elena, Coromoto, Ramón, Bartola, Omaira y Rafael Ángel, son fieles herederos de una sólida tradición agrícola y pecuaria, inculcada desde el seno familiar. Pues, don Juan logró con esfuerzo y trabajo creativo construir prosperas fundaciones y conquistó tierras baldías e infecundas, las hizo productivas y luego sabiamente distribuyó una porción de ello, entre sus hijos y allegados, con la intención de fortalecer el legado generacional.
Una vez nos contó que cuando llegó a Los Aromos solo habían unas tres casas de palma en zanco y la economía mayormente se sustentaba en la cría de cochinos, los cuales se vendían a los compradores que llegaban sudorosos por los distintos caminos, para regresar con varios persogos de éstos hasta los pueblos cercanos o remotos, y otros se engordaban en chiqueros de palo a pique, para luego ser sacrificados y aprovechar la manteca que, en ese entonces -como ahora por causa de la crisis- este producto era de uso doméstico. Con nostalgia recuerda que se inició en el comercio -en aquellos tiempos de la Venezuela rural-, arreando persogos de marranos desde Los Armos hasta Libertad de Barinas y otros pueblos.
Don Juan Silva, es un respetable caballero, que aun exhibe valores y atributos de un auténtico llanero. Desde muy joven -trabajando en los hatos de la región, donde fue peón de sabana, amansador de potros, soguero en cimarroneras, cabrestero y caporal de sabana-, ganó fama de buen enlazador. Según Antonio (indio) Aponte, Juan Silva -su hijastro- fue uno de los pocos llaneros de la zona, que usaban Lazo Cuartiao, una técnica propicia para enlazar en zonas boscosas o costa de monte. Una vez nos contó que, entre él y José (Catire) Guedes (su hijo) habían acabado con la cimarronera del hato Tamarindo. Allí don Juan Fadul (propietario de la mencionada y antigua fundación), les pagaba con una res por cada dos que cogieran y trajeran a los corrales, ubicados en la ribera derecha del caño El Guárico.
Hoy con más de 100 años entre pecho y espalda, todo un maestro y experto en tradiciones, aplica sus conocimientos recetando algunos menjurjes, brebajes y haciendo masajes curativos en algunas partes del cuerpo. Además, acepta entrevistas con docentes, estudiantes y periodistas, que procuran información sobre cultura llanera y otros aspectos. En tanto, sin exageraciones innecesarias, creo que estamos ante la presencia de un excepcional personaje que, ojalá las generaciones sucesoras, puedan copiar y exhibir esos valores que le adornan como estandarte y, los mismos sirvan como base para la construcción de una sociedad, que sea cada vez más orgullosa de su propio gentilicio.
Hoy cuando nos sentamos a garrapatear estas líneas, transportados en la evocación y ubicándonos en ese pasado que se nos quedó atrás, recordamos las tantas veces que, luego de verle alejarse bajo soles o aguaceros, como un Quijote solitario por las trochas fangosas de Mata é limón, nos íbamos con él imaginariamente, oyendo en las distancias el traqueteo de las carretas.
Poeta. Escritor. Maestro Honorario del Centro Nacional de Historia y UNEARTE, Venezuela. Miembro de Número la Academia de Historia Ramón Nonato Pérez, Trinidad Casanare Colombia y Miembro Correspondiente de la Academia de Historia Antonio Nariño, Bogotá Colombia. Cronista de Boconoíto.

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