De pronto a Maduro como picado de culebra que brinca cuando ve bejuco, saltó de la silla presidencial lleno de terror a través del miedo que le causa la Corte Penal Internacional al señalarlo que en Venezuela se cometen crímenes políticos y no se investigan. Los han puesto al descubierto y el brazo de la justicia llegará hasta cada uno de ellos. Serán buscados hasta debajo de las piedras. Quizás con dos o tres rezos a María Lionza lo pueda sacar del trance en que se encuentra. Mientras tanto el informe de carácter público donde las Naciones Unidas señala por primera vez responsabilidades individuales sobre graves violaciones de Derechos Humanos cometidos por el gobierno venezolano, pretendieron ocultar mediante la impunidad los nombres de una banda de criminales nunca visto marcada por la saña, el encono y el resentimiento para saquear el país. Me angustia leer a tantos analistas diagnosticando lo que pasó, lo que viene, lo que nunca debió ser. Aun no entiendo cuándo se nos enfermó el país, que permitimos los crímenes más odiosos: asesinatos, saqueos, falsificaciones, traiciones, robos, donde todas estas acciones eran cosas corrientes, y lo más extraño es que los que lo cometían no se consideraban criminales. Quiero pensar que mi función en la vida no es prolongar el odio, porque será muy difícil vengar a todos los que tienen que ser vengados. Pero aun así tengo la certeza que los asesinos y torturadores que obedecían órdenes del alto gobierno, tienen sus días contados porque no lo han podido destruir el espíritu de hombres y mujeres qué luchan por un mejor destino.
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